La historia de mi pasado, de
lo que me ha convertido en lo que soy ahora, está incompleta. Tengo lagunas
sobre periodos de mi vida que están en blanco o sobre episodios puntuales que
soy incapaz de recordar. Parte de esas lagunas tiene que ver con mis abusos
sexuales infantiles (a partir de ahora ASI).
Porque
lo curioso es que hasta ese momento yo estaba convencida de que era una persona
feliz. Así se lo habría asegurado a cualquiera que me hubiera hecho esa
pregunta. Era joven, tenía salud, unos padres que me querían, estaba
estudiando, tenía pocos amigos pero buenos… ¿Qué más podía desear? La tristeza
que me embargaba por épocas, mis crisis anímicas, el hecho de sentirme muchas
veces como si mis emociones viajaran sobre una montaña rusa, mi apatía por los
pequeños detalles de la vida… todo eso, creía yo, era fruto de que no sabía
valorar lo que tenía ¿Qué otra explicación podía haber? Antes de recordar los
abusos nunca se me habría ocurrido imaginar que había pasado por una
experiencia similar pero que padecía amnesia traumática.
Y, sin
embargo, es un tipo de amnesia muy común en víctimas y supervivientes de ASI.
No significa que todos la suframos, pero sí un porcentaje importante de nosotros.
Tengamos en cuenta que la violencia sexual en la infancia supone una conmoción
enorme en la mente y el cuerpo del menor que la sufre, la vida tal como la
conoce desaparece, sus esquemas dejan de tener sentido, y por eso necesita
encontrar nuevos mecanismos que lo ayuden a sobrevivir o de lo contrario no
podría soportarlo. Uno de esos mecanismos es la amnesia. Como ya he dicho puede
ser que las víctimas no olviden ninguna de las agresiones sufridas, pero
también puede ser que olviden sólo una parte de ellas o que su mente bloquee
todos los recuerdos relacionados con los abusos. Esto último fue lo que me pasó
a mí.
Aquel
día a mis veinte años recordé un abuso sexual que sufrí a los diez años durante
una excursión escolar. El agresor fue un desconocido que me masturbó por encima
de la ropa y frotó su miembro contra mi entrepierna. Fue el primer abusador que
vino a mi memoria pero no el único, porque posteriormente, con casi
veinticinco, recordé haber sufrido ya abusos antes de los diez años. Desconozco cuántas veces lo hizo esa persona, ni la edad exacta
que tenía yo cuando ocurrió, porque mis recuerdos son incompletos. Pero recuerdo que siendo una niña bastante pequeña
(tal vez unos seis años) pensé que no podía decirle a ningún adulto que "esa persona" me
estaba tocando la vulva porque si lo hacía quizás me regañarían a mí por
permitirlo. También recuerdo sensaciones físicas, así como estar con mi madre y pensar que no quería que él volviera porque a lo mejor
me hacía “eso”. Y “eso” eran abusos sexuales.
Recordar
a ese primer agresor coincidió con un periodo de mi sanación en que avancé muy
rápido, pero he de decir que desde que supe que había sido víctima de abusos
sexuales infantiles algo en mi vida se rompió para no volver a ser igual. No obstante y en contra de lo que yo misma habría esperado, recuperar aquel recuerdo fue
positivo para empezar a curar las secuelas que arrastraba.
Si
hasta entonces había vivido a espaldas de mis propias agresiones, a partir de los
veinte años empecé a buscar ayuda para superarlas. Primero me registré en un
foro de internet para supervivientes de ASI, el cual recomiendo a cualquiera
que se atreva a compartir sus vivencias sobre abusos sexuales a través de la
red (Forogam.com). El hecho de que gran parte de los subapartados del foro sean
privados –hay que haber escrito varios mensajes en los espacios públicos para
poder ir accediendo paulatinamente a los que no lo son- me dio seguridad, y una
vez me registré ya no hubo vuelta atrás. Conocí a otras personas que no sólo
habían sentido lo mismo que yo en su infancia sino que podían entender a la
perfección mis dudas e inseguridades en la edad adulta, porque ellas también
las tenían. Varias de ellas están hoy día en mi vida, son amigas y
seguimos apoyándonos de forma mutua, pero dejando eso aparte en aquel momento
entrar en contacto con otros supervivientes me sirvió para romper mitos que yo
misma tenía entorno al abuso sexual infantil, así como para plantearme que si esas
personas compartían muchas de las actitudes y comportamientos que yo tenía y
que siempre había considerado rarezas mías tal vez es que en realidad eran
secuelas.
Considero
que aquel fue el primero de los pasos que di. El segundo fue comenzar una
terapia individual que aunque al final no fue definitiva (cambié de profesional
años después al constatar que con mi primera terapeuta llevaba tiempo estancada
y sin avanzar) me ayudó a demoler algunas creencias sobre mí de los más
injustas y limitantes, porque la verdad es que en aquella época, como decía mi
terapeuta, yo me hablaba muy mal a mí misma. Me sentía tan sucia e
insignificante que cada error que cometía lo magnificaba y me vituperaba con
crueldad, convencida de que eso era lo que me merecía. Llegué a terapia con la
autoestima muy baja pero admito que el esfuerzo ha dado sus frutos, porque si
me comparo con la persona que era a los veinte años percibo enseguida el cambio
que he dado, un cambio que sin lugar a dudas ha sido positivo. Mi segunda
terapeuta me ha ayudado mucho en ese camino, pero también es verdad que he
trabajado duro para conseguir cada avance a pesar de que cuando comencé la
aventura de mi sanación me creía inútil para lograrlo.
Sin
embargo ahora, varios años después, me siento lo suficiente segura de mí misma
para abrir este blog en internet. Es un proyecto que lleva tiempo en mi cabeza
pero que nunca había puesto en marcha por miedo. No obstante en estos momentos de
mi vida creo que puede ser positivo tanto para mí como para otras personas.
Considero que no estoy curada al 100%, de hecho sigo yendo a terapia, participo
en ForoGAM y asisto además a un grupo de ayuda mutua presencial. Continúo sin
recordar muchas cosas sobre mis abusos y aún tengo secuelas que van y vienen por
temporadas pero ahora tengo la certeza de que ni dominan ni dominarán mi vida
en un futuro.
Hoy en día puedo decir
que aunque tal vez siempre haya en mí alguna huella de las malas experiencias
vividas en la infancia ya no me importa, porque he aprendido a ser feliz con
ello. Se puede sobrevivir a un abuso sexual infantil, y aunque cada
superviviente debe recorrer su propio camino, cometer sus propios errores y llorar
sus propias lágrimas de acuerdo con sus circunstancias personales, mi
experiencia es que la constancia y el trabajo continuo (además de dar con las
personas y las herramientas adecuadas) pueden ser grandes aliados en esta lucha.
Enhorabuena por el camino recorrido y mucho ánimo para este último que te queda!!!
ResponderEliminar¿Podrías explicar cómo te han ayudado a ti los grupos de ayuda mutua?
Gracias de antemano por tu respuesta.
Hola Jardín,
EliminarMil gracias por tu aportación. Precisamente quiero hacer una entrada sobre ese tema, pero más adelante. Tengo muchas ideas y se me acumulan jejeje un beso y un abrazo.
Qué bien lo describes...
ResponderEliminarMe alegro de que te sirva :* :*
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