He contado ya alguna vez en este blog que tengo amnesia
relacionada con los abusos desde que era muy pequeña, pero también con otros
sucesos de mi infancia que no tenían nada de desagradables. Por ejemplo,
objetos que había en estancias concretas, anécdotas llamativas que me
ocurrieron X día que iba por la calle, haber estado en un sitio que por lo
visto pisé varias veces en mi infancia... y no es que me acuerde vagamente o
que no caiga en la cuenta de que tuve estas vivencias hasta que alguien me las
recuerda, sino que incluso cuando me hablan de ellas yo no soy consciente de
haberlas vivido.
Es una especie de
daño colateral de los abusos: a veces la memoria no solo bloquea a veces los
recuerdos traumáticos, sino también otros que resultan neutros, como si los
eliminara en bloque o algo por el estilo.
Pero hay otra
consecuencia de la amnesia traumática o disociativa que al a la larga es
positiva pero que en un primer momento resulta muy confusa y dolorosa: cuando
los recuerdos se recuperan.
Ya he comentado
con anterioridad que algunos supervivientes con amnesia sí se acuerdan de
algunas escenas de abusos mientras que otros ni siquiera recordábamos haber
sido abusados, y que en algunos casos los recuerdos que recuperamos son
parciales (imágenes congeladas, recordamos el después pero no el "durante"
o viceversa, nos vienen recuerdos sobre los hechos pero no sabemos quién fue el
agresor...).
En mi caso,
recuperar recuerdos a veces no me ha afectado especialmente, ya que su carga
emocional no era muy intensa, pero en la mayoría de ocasiones me ha dejado y me
deja con una sensación de irrealidad, confusión y tristeza notables. Y no solo
por la información que me aportan, sino porque esas reminiscencias de imágenes
o pensamientos de la época de los abusos nunca vienen solas, sino que van acompañadas del sentimiento de culpa y vergüenza que tenía entonces, y a menudo
me me conectan con ellos. Da igual si yo sé que no fui culpable, que no estoy
marcada ni sucia como me sentí por años... en esos momentos, aunque yo
racionalmente lo sepa, es inevitable que por unos días o semanas mi razón diga
una cosa y mi inconsciente otra, ¿sabéis como cuando experimentáis una sensación o
presentimiento difícil de justificar a través de la lógica (por ejemplo, que
algo va a salir mal o que una persona, por amable que parezca, no es de fiar) y
que no podéis ignorar aunque queráis? Pues salvando las distancias la culpa y
confusión que sentimos los supervivientes con amnesia disociativa durante la
aparición de nuevos recuerdos son muy parecidas a esos pálpitos que todos
tenemos a veces. Se pueden minimizar usando el raciocinio pero son
independientes de este. Así que mientras duran esos efectos de los nuevos
recuerdos sobre ASI solo nos queda capear el temporal como podamos, hacernos a
la idea de que pasará y tratar de dialogar mucho con nosotros mismos.
No obstante puede
ser difícil, ya que nuestras emociones en esos días son tan intensas que es
fácil que nos agotemos mentalmente. A eso hay que sumarle que debemos seguir
haciendo nuestros quehaceres cotidianos: ir a trabajar, cuidar de nuestros
hijos, asistir a reuniones familiares, ocuparnos de asuntos mundanos... en un
momento en el que podemos incluso estar dudando de nuestra propia cordura. Esto
último puede sonar extremo, pero hay que tener en cuenta que si nuestra memoria
bloqueó recuerdos traumáticos es porque en el momento que los vivimos no
estábamos preparados para gestionarlos, y si ya de por sí una agresión sexual
es una experiencia muy dolorosa, debemos pensar que a veces el ASI no
es cometido por un único agresor (de hecho, debido probablemente a la
indefensión aprendida, muchos supervivientes tuvimos más de un abusador en
nuestra infancia), o que la familia lo sabía y no hizo nada por evitarlo, o que
el procedimiento de los agresores incluía conductas que hacían todavía más
cruel el abuso.
Por ejemplo,
imaginemos que María creció sabiendo que su primo mayor había abusado de ella
en la infancia, pero con 30 años recupera un recuerdo en el que quien la está
agrediendo es su abuelo y no el primo. No tendría nada de extraño, estadísticamente
hablando, que los dos la hayan abusado cuando era niña, pero para María su
abuelo es una buena persona que siempre la ha tratado con cariño, que le
compraba chocolatinas cuando iba a su casa y que aún a veces se las sigue
comprando, mientras que a su primo siempre lo ha recordado como agresor. Ese
nuevo recuerdo rompe por completo la imagen que ella tenía del anciano, y por
eso su primera reacción es pensar que las reminiscencias sobre ASI son en
realidad una invención de su mente, lo que la lleva a preguntarse: ¿y si se ha
imaginado los abusos de su primo y los de su abuelo? ¿Y si tiene un trastorno
mental? ¿Y si por contra fue su abuelo y no su otro familiar el único que la
agredió sexualmente? ¿Pero entonces por qué en sus recuerdos cambiaba la cara
de uno por la del otro? ¿Y si tiene delirios? ¿Y si lleva 20 o 25 años viviendo
una mentira fruto de su mente enferma? ¿Y si cuando sus amigos se enteren creen
que es una mentirosa y que les ha engañado al contarles que fue abusada en la
infancia?
Siempre pienso
que estas cosas me habrían parecido irreales antes de vivirlas. Cuando no
recordaba mis propios abusos habría sido capaz de razonarle a cualquier
superviviente con amnesia disociativa que el hecho de que sus nuevos recuerdos
no correspondan con vivencias que hasta ahora había considerado como ciertas no
significa ni mucho menos que se los haya inventado, sino que por el contrario
al tener lagunas de su infancia y/o adolescencia hasta ahora había partes de su vida que no recordaban tal como fueron. Incluso a
día de hoy puedo verbalizarle a cualquiera el mismo argumento que acabo de
esgrimir. Pero cuando me ocurre a mí, me bloqueo. La sensación de irrealidad,
de estar contando hechos que no pueden ser verdad, de estar viviendo una
situación surrealista lo invade todo. O casi todo. Porque mi razón, esa que
siempre aparece para guiarme en los momentos de mayor confusión, me dice que lo
que me está ocurriendo a mí le pasa a muchos supervivientes, que no es extraño
según las estadísticas contar con más de un agresor, que el sentimiento de
tener la identidad fragmentada y de haber perdido varios de los pedazos es
natural, que la tristeza también es normal, que nada que pueda descubrir
cambiará las cosas, etc. Pero a pesar de repetirme estas frases, es como si el
rompecabezas volviera a quebrarse. Y la sensación de no ser de fiar, de existir
para ser un espejismo se me hace presente durante un tiempo.
Siempre se va, siempre vuelve la normalidad por ahora. Poco a poco voy procesando y comprendiendo, y también asumo (unas veces de forma completa y otras parcialmente) que tal vez nunca llegaré a recordarlo todo, y que eso no cambia la realidad. Pero la sensación que describo más arriba todavía surge justo después de un nuevo recuerdo. Supongo que en algún momento dejará de ser así y podré gestionar mejor las "nuevas noticias". En realidad creo que tengo más rodaje que años atrás, y que esta situación ya no me pone mi mundo tan patas arriba. Pero aún me queda camino, y a día de hoy así estamos.