viernes, 4 de septiembre de 2020

REVELACIONES

He contado ya alguna vez en este blog que tengo amnesia relacionada con los abusos desde que era muy pequeña, pero también con otros sucesos de mi infancia que no tenían nada de desagradables. Por ejemplo, objetos que había en estancias concretas, anécdotas llamativas que me ocurrieron X día que iba por la calle, haber estado en un sitio que por lo visto pisé varias veces en mi infancia... y no es que me acuerde vagamente o que no caiga en la cuenta de que tuve estas vivencias hasta que alguien me las recuerda, sino que incluso cuando me hablan de ellas yo no soy consciente de haberlas vivido.

Es una especie de daño colateral de los abusos: a veces la memoria no solo bloquea a veces los recuerdos traumáticos, sino también otros que resultan neutros, como si los eliminara en bloque o algo por el estilo.

Pero hay otra consecuencia de la amnesia traumática o disociativa que al a la larga es positiva pero que en un primer momento resulta muy confusa y dolorosa: cuando los recuerdos se recuperan.

Ya he comentado con anterioridad que algunos supervivientes con amnesia sí se acuerdan de algunas escenas de abusos mientras que otros ni siquiera recordábamos haber sido abusados, y que en algunos casos los recuerdos que recuperamos son parciales (imágenes congeladas, recordamos el después pero no el "durante" o viceversa, nos vienen recuerdos sobre los hechos pero no sabemos quién fue el agresor...).

En mi caso, recuperar recuerdos a veces no me ha afectado especialmente, ya que su carga emocional no era muy intensa, pero en la mayoría de ocasiones me ha dejado y me deja con una sensación de irrealidad, confusión y tristeza notables. Y no solo por la información que me aportan, sino porque esas reminiscencias de imágenes o pensamientos de la época de los abusos nunca vienen solas, sino que van acompañadas del sentimiento de culpa y vergüenza que tenía entonces, y a menudo me me conectan con ellos. Da igual si yo sé que no fui culpable, que no estoy marcada ni sucia como me sentí por años... en esos momentos, aunque yo racionalmente lo sepa, es inevitable que por unos días o semanas mi razón diga una cosa y mi inconsciente otra, ¿sabéis como cuando experimentáis una sensación o presentimiento difícil de justificar a través de la lógica (por ejemplo, que algo va a salir mal o que una persona, por amable que parezca, no es de fiar) y que no podéis ignorar aunque queráis? Pues salvando las distancias la culpa y confusión que sentimos los supervivientes con amnesia disociativa durante la aparición de nuevos recuerdos son muy parecidas a esos pálpitos que todos tenemos a veces. Se pueden minimizar usando el raciocinio pero son independientes de este. Así que mientras duran esos efectos de los nuevos recuerdos sobre ASI solo nos queda capear el temporal como podamos, hacernos a la idea de que pasará y tratar de dialogar mucho con nosotros mismos. 

No obstante puede ser difícil, ya que nuestras emociones en esos días son tan intensas que es fácil que nos agotemos mentalmente. A eso hay que sumarle que debemos seguir haciendo nuestros quehaceres cotidianos: ir a trabajar, cuidar de nuestros hijos, asistir a reuniones familiares, ocuparnos de asuntos mundanos... en un momento en el que podemos incluso estar dudando de nuestra propia cordura. Esto último puede sonar extremo, pero hay que tener en cuenta que si nuestra memoria bloqueó recuerdos traumáticos es porque en el momento que los vivimos no estábamos preparados para gestionarlos, y si ya de por sí una agresión sexual es una experiencia muy dolorosa, debemos pensar que a veces el ASI no es cometido por un único agresor (de hecho, debido probablemente a la indefensión aprendida, muchos supervivientes tuvimos más de un abusador en nuestra infancia), o que la familia lo sabía y no hizo nada por evitarlo, o que el procedimiento de los agresores incluía conductas que hacían todavía más cruel el abuso. 

Por ejemplo, imaginemos que María creció sabiendo que su primo mayor había abusado de ella en la infancia, pero con 30 años recupera un recuerdo en el que quien la está agrediendo es su abuelo y no el primo. No tendría nada de extraño, estadísticamente hablando, que los dos la hayan abusado cuando era niña, pero para María su abuelo es una buena persona que siempre la ha tratado con cariño, que le compraba chocolatinas cuando iba a su casa y que aún a veces se las sigue comprando, mientras que a su primo siempre lo ha recordado como agresor. Ese nuevo recuerdo rompe por completo la imagen que ella tenía del anciano, y por eso su primera reacción es pensar que las reminiscencias sobre ASI son en realidad una invención de su mente, lo que la lleva a preguntarse: ¿y si se ha imaginado los abusos de su primo y los de su abuelo? ¿Y si tiene un trastorno mental? ¿Y si por contra fue su abuelo y no su otro familiar el único que la agredió sexualmente? ¿Pero entonces por qué en sus recuerdos cambiaba la cara de uno por la del otro? ¿Y si tiene delirios? ¿Y si lleva 20 o 25 años viviendo una mentira fruto de su mente enferma? ¿Y si cuando sus amigos se enteren creen que es una mentirosa y que les ha engañado al contarles que fue abusada en la infancia? 

Siempre pienso que estas cosas me habrían parecido irreales antes de vivirlas. Cuando no recordaba mis propios abusos habría sido capaz de razonarle a cualquier superviviente con amnesia disociativa que el hecho de que sus nuevos recuerdos no correspondan con vivencias que hasta ahora había considerado como ciertas no significa ni mucho menos que se los haya inventado, sino que por el contrario al tener lagunas de su infancia y/o adolescencia hasta ahora había partes de su vida que no recordaban tal como fueron. Incluso a día de hoy puedo verbalizarle a cualquiera el mismo argumento que acabo de esgrimir. Pero cuando me ocurre a mí, me bloqueo. La sensación de irrealidad, de estar contando hechos que no pueden ser verdad, de estar viviendo una situación surrealista lo invade todo. O casi todo. Porque mi razón, esa que siempre aparece para guiarme en los momentos de mayor confusión, me dice que lo que me está ocurriendo a mí le pasa a muchos supervivientes, que no es extraño según las estadísticas contar con más de un agresor, que el sentimiento de tener la identidad fragmentada y de haber perdido varios de los pedazos es natural, que la tristeza también es normal, que nada que pueda descubrir cambiará las cosas, etc. Pero a pesar de repetirme estas frases, es como si el rompecabezas volviera a quebrarse. Y la sensación de no ser de fiar, de existir para ser un espejismo se me hace presente durante un tiempo.

Siempre se va, siempre vuelve la normalidad por ahora. Poco a poco voy procesando y comprendiendo, y también asumo (unas veces de forma completa y otras parcialmente) que tal vez nunca llegaré a recordarlo todo, y que eso no cambia la realidad. Pero la sensación que describo más arriba todavía surge justo después de un nuevo recuerdo. Supongo que en algún momento dejará de ser así y podré gestionar mejor las "nuevas noticias". En realidad creo que tengo más rodaje que años atrás, y que esta situación ya no me pone mi mundo tan patas arriba. Pero aún me queda camino, y a día de hoy así estamos.