sábado, 6 de febrero de 2021

CANDELAS EN LA OSCURIDAD

 

Para los supervivientes de abusos sexuales en la infancia tener pareja suele ser un tema difícil de gestionar. Como he comentado en entradas anteriores, crecer con sentimiento de culpa y una autoestima baja acostumbra a llevar aparejado que nos creamos indignos de amor y atención. Si alguien nos trata bien y nos quiere parece que esa persona es adorable y nos está haciendo un favor.

El problema viene porque eso no siempre es verdad: a veces nos encontramos con seres humanos cariñosos, amables, empáticos, generosos, razonables... pero haber interiorizado que no vales nada ni mereces que te traten bien puede ser el caldo de cultivo perfecto para que acabes cerca de narcisistas, manipuladores, maltratadores... principalmente porque ellos desean relacionarse con seres a los que puedan someter y nosotros nos sentimos atraídos por aquellas personas seguras de sí mismas y con carisma -justo lo que nos falta- que nos dan cariño... aunque solo lo hagan al principio. Salir de ahí, una vez ya estás convencido/a de que toda la culpa de que la relación vaya mal es tuya y de que conviertes en basura todo lo que tocas (algo que ya pensabas antes y que queda reforzado por el contacto con esa relación destructiva), suele ser mucho más difícil de lo que parece desde fuera. 

Pero no hace falta que caigamos en la revictimización para que nos cueste mantener relaciones sentimentales. Muchas veces debido a esa idea de que no merecemos amor y a nuestras inseguridades acabamos cediendo con nuestras parejas en todo lo que quieren por miedo a perder su amor. Y desde nuestra percepción distorsionada tiene lógica: si salgo con una persona maravillosa que está a años luz de mí y a la que no me merezco debo vigilar lo que hago, porque en cualquier momento puede darse cuenta de que comparte su vida con alguien insignificante. 

La necesidad de complacerla puede ir desde cosas importantes hasta pequeños detalles: ¿que nuestra pareja quiere ir a cenar a una brasería pero preferimos ir a un vegetariano? Mejor nos callamos, no vaya a ser que piense que somos personas extrañas o que nuestros gustos y los suyos difieren demasiado y ya no quiera volver a cenar juntos nunca más. ¿Que nos propone ir  al cine a ver una película de acción y resulta que ese género no nos gusta demasiado? Que ni se nos ocurra decirlo y sugerirle ver otro filme que nos agrade a las dos partes, porque corremos el riesgo de decepcionarla. ¿Que nos quiere presentar a su familia y creemos que es muy pronto? Más vale decir que sí con la mejor de nuestras sonrisas e ir el domingo a comer paella a casa de los suegros, no vaya a ser que él o ella piense que no queremos comprometernos. Ah, y por supuesto debemos intentar caerle bien también a nuestra familia política. ¿Acaso nos vamos a ir a vivir con nuestra pareja y a ésta le apasiona un piso que ha visto y que no nos convence? Como mucho lo podemos comentar tímidamente, pero hasta ahí, que a ver si se lo va a pensar mejor y al final no querrá que vivamos en la misma casa. Es preferible alquilar/comprar con él/ella un piso que no nos gusta que quedarnos solos. Y así con todo. Al final, como lo que piense nuestra pareja sobre nuestros gustos/preferencias/decisiones no depende de nosotros, acabamos entrando en un bucle que es muy complicado romper. Sobre todo porque aquello que motiva ese miedo a que se decepcione son nuestras inseguridades y mientras las carguemos sobre los hombros siempre va a existir el temor a no hacerla feliz o no resultar compatibles, sea por un motivo u otro. 

Y cuando has acostumbrado a alguien con quien sales a que tú siempre cederás en todo, decirle que has empezado a trabajar en tus traumas y que a partir de ahora tendréis que ir a medias puede provocar discusiones y fisuras, ya sea porque no sabes cómo abordarlo o porque tu pareja no está dispuesta a dejar de llevar la voz cantante. 

Luego también existimos (y me incluyo plenamente) supervivientes que por miedo a caer en relaciones donde acabemos dejándonos pisotear hacemos todo lo posible para huir de ellas, a veces de forma inconsciente. Hasta hace unos años yo no sabía por qué nunca había tenido pareja, era inexplicable para mí (lo único que se me ocurría es que era tan fea y tan poca cosa que de alguna forma los demás "lo olían" y por eso no gustaba a nadie), pero el caso es que casi siempre evitaba conocer más a fondo a personas que mostraran interés en salir conmigo.

He de decir que hasta los veintimuchos años no sentí deseo sexual medianamente intenso hacia nadie (llegué a plantearme si no sería asexual), a lo sumo alguna vez remota me había sentido atraída físicamente por alguna persona famosa, pero no me ocurría con nadie a quien me pudiera encontrar en mi día a día. Supongo que el rechazo a la sexualidad fruto de los abusos mermó mi propio deseo durante años, y en esas condiciones, al relacionar en mi cabeza amor romántico con atracción sexual me era difícil fijarme en nadie. Pero por otra parte reconozco que me mostraba muy cínica en cuanto a las relaciones sentimentales: desde la adolescencia pensé que los noviazgos cortaban las alas, que la mejor muestra de independencia era estar sola y que todo lo que tuviera que ver con amor de pareja estaba sobrevalorado. 

De alguna manera sigo pensando que socialmente idealizamos ese sentimiento (muchas canciones, series, novelas... hablan de los noviazgos como una tabla de salvación y una especie de burbuja idílica), creo que frases como "el amor todo lo puede", "un día encontrarás a alguien que junte todos tus pedazos rotos", "si te trata mal es porque le gustas", "quien bien te quiere te hará llorar", "si no duele no es amor"... además de ser falsas pueden llevar a muchas personas a permanecer en noviazgos tóxicos o a esperar de sus compañeros sentimentales que sean algo así como sus cuidadores o caballeros andantes y curen sus traumas, cuando los demás nos pueden acompañar y mimar pero solo nosotros mismos tenemos la capacidad de sanar nuestras propias heridas. Sin embargo, ya no me causa rechazo ver una buena película romántica, ni pienso que el romanticismo sea cursi, ni desconfío de las relaciones sentimentales en general. Aun así me consta que no soy la única superviviente de abuso infantil que ha pensado o piensa que amar hace daño. De hecho, es justamente lo que nos pasó en la infancia: quisimos y/o confiamos en la persona equivocada. Por supuesto ninguno de nosotros tuvo la culpa, pero en nuestra cabeza eso es mucho más complicado. 

No obstante, existen personas que son como velas en medio de la oscuridad, y que con sus principios, su cariño, paciencia y generosidad nos devuelven la confianza poco a poco en los demás. Hay seres humanos que saben querer con toda la sinceridad del mundo, que se entregan y demuestran su amor sin por eso depender de nadie, y que acompañan a sus parejas supervivientes en todo momento, especialmente cuando éstas más lo necesitan. No es fácil ver a la persona que quieres hundida, con pesadillas, estrés postraumático, miedos... no debe de ser nada sencillo querer ayudarla y darte cuenta de que no puedes hacer nada más que estar a su lado. No todo el mundo decide quedarse en el barco y algunos se bajan, haciendo poco o mucho ruido.

En contrapartida están los que buscan ayuda para aprender a llevar la situación de la forma más positiva posible, quienes preguntan, se esfuerzan por comprender, acompañan con respeto y son capaces de ver toda la belleza y fuerza que hay dentro nuestro y que a nosotros se nos escapa. Se trata de personas que tienen sus fallos, como cualquiera, pero que saben dar amor y aunque no curen las heridas de sus parejas las ayudan a aplicar las gasas cuando ellas se lo piden. Al final este tipo de seres humanos son quienes me ayudan a recobrar la fe en el amor y en las personas. He tenido la suerte de conocer a algunos y la verdad es que me ha tocado por dentro varias veces la manera en que ellos y ellas veían nuestra lucha, cómo eran conscientes de nuestra capacidad para salir adelante y su forma de hacernos creer en nuestro valor cuando los supervivientes estábamos seguros de que nadie lo veía, entre otras cosas porque pensábamos que no era real. 

Creo que el amor desinteresado existe, existen personas que saben ponerlo en práctica y que no esperan nada a cambio, más que ver felices a quienes quieren. Y pienso que ese amor nunca desaparece, sino que incluso aunque las relaciones de pareja acaben el cariño y la ternura permanecen en el alma y en el recuerdo, así como la fortuna de haberlas experimentado. Sin duda ningún superviviente vuelve a ser el mismo -para bien- después de haber compartido su sanación con una pareja así.

Desde aquí, como ASI, me gustaría darles las gracias y rendirles un pequeño homenaje. Por su paciencia, sus ganas de aprender de los errores y su compromiso. Gracias por amar de forma sana a una persona a quien hicieron creer que el amor era sinónimo de engaño y dolor, pero también por darnos esperanza al resto. Sois luz, y estoy convencida de que no os podéis imaginar el bien que hacéis. Porque lo hacéis: cambiáis o habéis cambiado vidas para mejor, y creo que eso es lo más bello que se le puede decir a alguien. O sea que de corazón, mi más profundo reconocimiento y gratitud.