Para
los supervivientes de abusos sexuales en la infancia tener pareja suele ser un
tema difícil de gestionar. Como he comentado en entradas anteriores, crecer con
sentimiento de culpa y una autoestima baja acostumbra a llevar aparejado que
nos creamos indignos de amor y atención. Si alguien nos trata bien y nos quiere
parece que esa persona es adorable y nos está haciendo un favor.
El problema viene porque eso no siempre es
verdad: a veces nos encontramos con seres humanos cariñosos, amables,
empáticos, generosos, razonables... pero haber interiorizado que no vales nada
ni mereces que te traten bien puede ser el caldo de cultivo perfecto para que
acabes cerca de narcisistas, manipuladores, maltratadores... principalmente
porque ellos desean relacionarse con seres a los que puedan someter y
nosotros nos sentimos atraídos por aquellas personas seguras de sí mismas y con
carisma -justo lo que nos falta- que nos dan cariño... aunque solo lo hagan al
principio. Salir de ahí, una vez ya estás convencido/a de que toda la culpa de
que la relación vaya mal es tuya y de que conviertes en basura todo lo que
tocas (algo que ya pensabas antes y que queda reforzado por el contacto con esa
relación destructiva), suele ser mucho más difícil de lo que parece desde
fuera.
Pero
no hace falta que caigamos en la revictimización para que nos cueste mantener
relaciones sentimentales. Muchas veces debido a esa idea de que no merecemos
amor y a nuestras inseguridades acabamos cediendo con nuestras parejas en todo
lo que quieren por miedo a perder su amor. Y desde nuestra percepción
distorsionada tiene lógica: si salgo con una persona maravillosa que está a
años luz de mí y a la que no me merezco debo vigilar lo que hago, porque en
cualquier momento puede darse cuenta de que comparte su vida con alguien insignificante.
La
necesidad de complacerla puede ir desde cosas importantes hasta pequeños
detalles: ¿que nuestra pareja quiere ir a cenar a una brasería pero preferimos
ir a un vegetariano? Mejor nos callamos, no vaya a ser que piense que somos personas
extrañas o que nuestros gustos y los suyos difieren demasiado y ya no quiera volver a cenar juntos nunca más. ¿Que nos propone ir al cine a ver una película
de acción y resulta que ese género no nos gusta demasiado? Que ni se nos ocurra
decirlo y sugerirle ver otro filme que nos agrade a las dos partes, porque
corremos el riesgo de decepcionarla. ¿Que nos quiere presentar a su familia y
creemos que es muy pronto? Más vale decir que sí con la mejor de nuestras
sonrisas e ir el domingo a comer paella a casa de los suegros, no vaya a ser
que él o ella piense que no queremos comprometernos. Ah, y por supuesto debemos
intentar caerle bien también a nuestra familia política. ¿Acaso nos vamos a ir
a vivir con nuestra pareja y a ésta le apasiona un piso que ha visto y que no
nos convence? Como mucho lo podemos comentar tímidamente, pero hasta ahí, que a
ver si se lo va a pensar mejor y al final no querrá que vivamos en la misma
casa. Es preferible alquilar/comprar con él/ella un piso que no nos gusta
que quedarnos solos. Y así con todo. Al final, como lo que piense nuestra pareja sobre nuestros gustos/preferencias/decisiones no depende de nosotros,
acabamos entrando en un bucle que es muy complicado romper. Sobre todo porque aquello que motiva ese miedo a que se decepcione son nuestras inseguridades y
mientras las carguemos sobre los hombros siempre va a existir el temor a
no hacerla feliz o no resultar compatibles, sea por un motivo u otro.
Y
cuando has acostumbrado a alguien con quien sales a que tú siempre cederás en
todo, decirle que has empezado a trabajar en tus traumas y que a partir de
ahora tendréis que ir a medias puede provocar discusiones y fisuras, ya sea
porque no sabes cómo abordarlo o porque tu pareja no está dispuesta a dejar de
llevar la voz cantante.
Luego
también existimos (y me incluyo plenamente) supervivientes que por miedo a caer
en relaciones donde acabemos dejándonos pisotear hacemos todo lo posible para
huir de ellas, a veces de forma inconsciente. Hasta hace unos años yo no sabía
por qué nunca había tenido pareja, era inexplicable para mí (lo único que se me ocurría es que era tan fea y tan poca cosa que de alguna forma los demás "lo olían" y por eso no gustaba a nadie), pero el caso es
que casi siempre evitaba conocer más a fondo a personas que mostraran interés
en salir conmigo.
He de decir que hasta los veintimuchos años no
sentí deseo sexual medianamente intenso hacia nadie (llegué a plantearme si no
sería asexual), a lo sumo alguna vez remota me había sentido atraída
físicamente por alguna persona famosa, pero no me ocurría con nadie a quien me
pudiera encontrar en mi día a día. Supongo que el rechazo a la sexualidad fruto
de los abusos mermó mi propio deseo durante años, y en esas condiciones, al
relacionar en mi cabeza amor romántico con atracción sexual me era difícil
fijarme en nadie. Pero por otra parte reconozco que me mostraba muy cínica en cuanto a
las relaciones sentimentales: desde la adolescencia pensé que los noviazgos
cortaban las alas, que la mejor muestra de independencia era estar sola y que
todo lo que tuviera que ver con amor de pareja estaba sobrevalorado.
De
alguna manera sigo pensando que socialmente idealizamos ese sentimiento (muchas
canciones, series, novelas... hablan de los noviazgos como una tabla de
salvación y una especie de burbuja idílica), creo que frases como "el amor
todo lo puede", "un día encontrarás a alguien que junte todos tus
pedazos rotos", "si te trata mal es porque le gustas",
"quien bien te quiere te hará llorar", "si no duele no es amor"...
además de ser falsas pueden llevar a muchas personas a permanecer en noviazgos
tóxicos o a esperar de sus compañeros sentimentales que sean algo así como sus
cuidadores o caballeros andantes y curen sus traumas, cuando los demás nos
pueden acompañar y mimar pero solo nosotros mismos tenemos la capacidad de
sanar nuestras propias heridas. Sin embargo, ya no me causa rechazo ver una
buena película romántica, ni pienso que el romanticismo sea cursi, ni desconfío
de las relaciones sentimentales en general. Aun así me consta que no soy
la única superviviente de abuso infantil que ha pensado o piensa que amar hace
daño. De hecho, es justamente lo que nos pasó en la infancia: quisimos y/o
confiamos en la persona equivocada. Por supuesto ninguno de nosotros tuvo la
culpa, pero en nuestra cabeza eso es mucho más complicado.
No obstante, existen personas que son como velas en medio de la oscuridad, y que con
sus principios, su cariño, paciencia y generosidad nos devuelven la confianza
poco a poco en los demás. Hay seres humanos que saben querer con toda la
sinceridad del mundo, que se entregan y demuestran su amor sin por eso depender
de nadie, y que acompañan a sus parejas supervivientes en todo momento, especialmente cuando éstas más lo necesitan. No es fácil ver a la persona que quieres
hundida, con pesadillas, estrés postraumático, miedos... no debe de ser nada
sencillo querer ayudarla y darte cuenta de que no puedes hacer nada más que
estar a su lado. No todo el mundo decide quedarse en el barco y algunos se
bajan, haciendo poco o mucho ruido.
En contrapartida están los que buscan ayuda para
aprender a llevar la situación de la forma más positiva posible, quienes
preguntan, se esfuerzan por comprender, acompañan con respeto y son capaces de
ver toda la belleza y fuerza que hay dentro nuestro y que a nosotros se nos
escapa. Se trata de personas que tienen sus fallos, como cualquiera, pero que
saben dar amor y aunque no curen las heridas de sus parejas las ayudan a
aplicar las gasas cuando ellas se lo piden. Al final este tipo de seres humanos
son quienes me ayudan a recobrar la fe en el amor y en las personas. He tenido
la suerte de conocer a algunos y la verdad es que me ha tocado por dentro
varias veces la manera en que ellos y ellas veían nuestra lucha, cómo eran
conscientes de nuestra capacidad para salir adelante y su forma de hacernos
creer en nuestro valor cuando los supervivientes estábamos seguros de que nadie
lo veía, entre otras cosas porque pensábamos que no era real.
Creo que el amor desinteresado existe, existen
personas que saben ponerlo en práctica y que no esperan nada a cambio, más que
ver felices a quienes quieren. Y pienso que ese amor nunca desaparece, sino que
incluso aunque las relaciones de pareja acaben el cariño y la
ternura permanecen en el alma y en el recuerdo, así como la fortuna de haberlas
experimentado. Sin duda ningún superviviente vuelve a ser el mismo -para bien- después de haber compartido su sanación con una pareja así.
Desde aquí, como ASI, me gustaría darles las
gracias y rendirles un pequeño homenaje. Por su paciencia, sus ganas de
aprender de los errores y su compromiso. Gracias por amar de forma sana a una
persona a quien hicieron creer que el amor era sinónimo de engaño y dolor, pero
también por darnos esperanza al resto. Sois luz, y estoy convencida de que no os podéis
imaginar el bien que hacéis. Porque lo hacéis: cambiáis o habéis cambiado vidas para mejor, y creo que eso es lo más bello que se le puede decir a alguien. O sea que de corazón, mi más profundo reconocimiento y gratitud.
Me he sentido tremendamente identificada con esta entrada. Cuando hablas de que vemos a los demás como perfectos y a nosotras como auténticas mierdas, y que hacemos cualquier cosa para que no dejen de estar a nuestro lado.
ResponderEliminarEsto me pasaba a mí con todo el mundo. No sólo con parejas, sino con amigas o con cualquier persona con la que me relacionara. Todos lo ejemplos que pones sobre la necesidad de complacer lo que hecho yo. Pero todos, todos. Justo lo que más me costó de mi sanación fue lo de dejar de sobreadaptarme. Pero es que con cada ejemplo que has puesto en ese párrafo, yo me he sentido identificada. "eso yo lo hice, eso también, y eso, y eso".
Y con lo de las parejas, era aún más exagerado. Y es justo como lo describes. Él pasó de tener una novia "fácil", alguien que decía que sí a todo y nunca ponía pegas, a estar con alguien que tenía criterio propio y fuerzas de defender su postura. Ojo, que lo entiendo. Realmente la persona que yo era al final de esa relación no era la misma persona con la que él empezó la relación. Así que es normal que ya no fuéramos "compatibles". Bueno, eso y que yo dejé de idealizarlo (que de eso hablas tú al principio, como nos vemos tan mierdas, cualquier persona que nos haga algo que no sea tremendamente malo, ya lo vemos como que es perfecto). Cuando empezamos la relación, yo lo veía como el ser más maravilloso del planeta, y al terminar la relación ya veía como era en realidad. No es malo, pero desde luego no es maravilloso ni me aportó nada. A día de hoy lo veo una persona mediocre, alguien que tampoco aportó gran cosa a mi vida (ni yo a la suya, supongo, que esto no lo digo por criticarle, sino para que se entienda como veía yo las cosas en ese momento)...
Enhorabuena por esta entrada!